Canta Bunbury en una de sus canciones (“La chica triste que te hacía reir”):

“Que no me lleven al hospital
no es que desconfie
es que no me fio de la medicina occidental
que no me lleven al hospital
si ya me encuentro mejor.”

Y me viene al pelo. Y no porque a mi suegro le acaben de operar a cuenta de la Seguridad Social. No. En este caso la operación ha sido todo un éxito: le ha costado un riñón.
Lo digo porque el viernes de la semana pasada el que “sus” escribe y suscribe este apunte se puso casi de parto: un dolor de lumbares, que empezó como el que no quiere la cosa y me llevó a estar el sábado baldao sin poder moverme. Pedí hora a una famosísima osteópata cartagenera -no diré su nombre, pero mi cuñada sabe de quién hablo- que me dio cita para el lunes.
No recuerdo un despertar de domingo tan malo en mi vida. Criminal. Sigue leyendo…