Algunas veces haces una foto y te lamentas de que en la imagen no quede reflejado otros aspectos entrañables de ese momento, el olor, la brisa, las voces… en otras ocasiones pasa a la inversa, te alegras de que no se vean ciertos elementos: postes de luz, el bidón de plástico entre la maleza ó como en el caso de esta imagen: las garrapatas que me subian por las piernas mientras hacía la foto.
Esta zona que visito no sufre pastoreo, no hay ganado, ni caza mayor, pero tiene una densidad de conejos brutal, no he visto nunca nada parecido. Es la única explicación que encuentro a la gigantescas posibilidades de pillar garrapatas si uno se sienta en el suelo de esta sierra.
Al poco de empezar a ir por allí decidí que tenía que hacer algo después de descubrirme una correteando por mi barriga mientras estaba tumbado, ya en casa, viendo la tele. Lo comenté con unos amigos forestales (profesión siempre en vanguardia en el noble arte de la recolección de plagas&enfermedades serranas) y desde entonces, cuando llego al monte y antes de irme lo primero y último que hago es quedarme en calzoncillos, revisarme concienzudamente mis partes nobles (y la entrepierna también) y cambiarme de ropa. (observación muy práctica: usar ropa interior blanca). Esto es especialmente recomendable a partir de ya, con la llegada del calor las innombrables parecen multiplicarse por esporas y hay dias en que la situación es tan crítica que hay recurrir a medidas más «herméticas» y radicales, como la que tuve que tomar mientras hacía la sesión de fotos anterior, a saber: cerrar las patas del pantalón y la camiseta con cinta aislante. Más vale que suban por la ropa, a la vista de todo el mundo, que por la pata directos a la selva.
Es incómodo, sí, pero como dicen los gitanos: mas vale humo que escarcha.