Estos días de verano dan para poca cosa más intelectual que tirarse al agua y tratar de no asfixiarse. El otro día me hice un script que avisase vía Twitter si superábamos los 30ºC y los 35ºC y hoy en un plazo de una hora ha emitido los dos eventos, no digo más.
Hace un par de días hice mi segunda inmersión, esta vez sí, como buzo autónomo e independiente, con mi propio chaleco, regulador y botella. Entramos desde costa, desde El Portús, y estuvimos una hora sobre los 10-12 metros. Todo bien (o al menos todo lo bien que puede uno ir con un chaleco que se le gira por venirle grande, con el regulador de aire roto que me obligaba a llenarlo a pulmón y con plomos hasta en los bolsillos que le estrellaban contra el fondo a la que dejaba de moverme). Cuando no estaba arrastrando el culo por el suelo pude grabar algunas secuencias y tomar alguna foto a los pececillos que osaban ponerse a mi alcance.
Estuvimos viendo bastantes medusas del mediterráneo, las popularmente llamadas «huevo frito«, una medusa enorme e inofensiva que a mitad de verano resulta bastante común por nuestras costas y que resulta espectacular por su tamaño y por su aspecto de nave alienígena pero con alienígenas a bordo.
Si tenéis oportunidad este verano de ver alguna de estos «huevos fritos» no dejéis de acercarse a ellas sin miedo, sus tentáculos son muy cortos, y fijaos en los «departamentos» que parecen tener debajo de la capa con la que nadan. Esas habitacioncitas suelen ir muy ocupadas por alevines de todo tipo y le dan un aspectos ciertamente cómico-simpático a la medusa y lo que antes nos parecía una nave extraterreste ahora parece un autobús escolar lleno de pequeñajos.
Lo dicho, nada espectacular, o al menos no tan espectacular como las Pastinacas que grabó Merche dos dias después en la misma zona,