miércoles, 2 de noviembre de 2016

Infierno azul, suspense, intriga.
Buena.
La película es entretenida y fiel al género “Tiburones-que-te-cagas-de-chungos“. Presentación, nudo-agonía y desenlace. Una rubia surfista se dispone a descubrir una perdida playa paradisíaca en los confines de alguna isla tropical y lo que acaba es descubriendo el apetito insaciable de un tiburón muy rencoroso.
La película está bien realizada y producida. Tiene una fotografía estupenda e incluso una música inicial que seguro a más de uno le suena. El montaje es muy dinámico y publicitario, tipo videoclip. Esto hace amena y distraída la película pero le quita credibilidad general a la cinta. Cuando hacia la mitad vuelves a creerte la historia llega el desenlace y un ola recorre la sala de cine: “se han pasado cuatro pueblos“. Pero bueno, supongo que es lo que toca, si no pues parecería un documental que no lo es.
Torrent

La fiesta de las salchichas, comedia, animación 3D.
Buena.
Narra las aventuras dentro de un supermercado en el que los productos alimenticios cobran vida y sueñan con otra vida mas allá de las estanterías, en “el hogar de los Dioses“, solo alcanzable cuando un humano se digna a escogerlos de entre todos los demás para agasajarlo con un mundo mejor, pleno y más próspero allá afuera, tras las puertas del supermarket. ¿Os suena?. Una salchicha descubre la verdad que hay después de ese “más allá” y tratará de salvar al bollito de sus amores dentro del cual sueña con meterse dentro, y salir y volver a entrar y salir y volv…
Tiene un toque irreverente y contestatario ante la fe religiosa y las religiones en general, mucha guasa, lenguaje soez con tacos y chistes de corte sexual-pornográfico.
Es buena, te ríes un rato y se deja ver. Tiene algunos momentos y personajes muy ingeniosos y cómicos, pero sobretodo hay que verla por el personaje de la silla de ruedas con cuya aparición más me pude reir (no doy más pistas para no reventar la escena).

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miércoles, 26 de octubre de 2016

Por fin a llegado mi autorización para fototrampear en La Muela/Cabo Tiñoso (antes de que alguno se adelante: no necesariamente se actúa de forma ilegal sin esta autorización).
Efectivamente, dentro de un espacio natural protegido como puede serlo La Muela/Cabo Tiñoso es necesario tener autorización para fotografiar a su fauna. Si además son especies protegidas también hace falta fuera de los espacios naturales específicamente protegidos.
Mucha gente se extraña por el hecho de que para una actividad como el fototrampeo, tan ridículamente perjudicial para el medio, la fauna u otras personas, en la que ni siquiera el autor está presente físicamente en el monte y la que ni siquiera el animal llega a enterarse de que está siendo fotografiado. Máxime cuando a escasos metros de donde estamos fototrampeando a una especie hay instalaciones para cebar a fauna salvaje con objeto de matarlas.

Pero es así. Por eso, si algún día os pillan dándole de comer a las perdices para hacerles fotos lo mejor que podéis hacer al ser descubiertos es disimular y matarlas a golpes con la cámara. Ponerles de comer para hacerles fotos es ilegal, pero poner comederos/bebederos para matarlas está socialmente bien visto: “Nada, agente! no se preocupe!! aquí, deformando perdices con el gran angular!! No se preocupe, todo legal!!

Bromas aparte, como me consta que hay más de uno interesado en solicitar esta autorización os enlazo el documento PDF que he usado para realizar la solicitud y algunos campos a rellenar para evitar devoluciones/fallos desfavorables.

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martes, 6 de septiembre de 2016

Un par de casas más abajo en la acera de donde vivo actualmente hay un chalet, hoy cerrado y vacío. Ya hace cuatro o cinco años que murieron los vecinos, primero él y luego ella (en poco más de un mes perdió la cabeza).

Cuando eramos críos, con 10-11 años recuerdo jugar en la obra de construcción de su casa-chalet. Recuerdo concretamente pasarnos un fin de semana saltando desde el primer piso hasta un montón de arena que los albañiles habían dejado perfectamente amontonado y centrado en el jardín.
Era habitual, por las tardes colarnos y pasarnos horas olisqueando con al emoción de andar ilegalmente por una casa que no era nuestra, lo que algún día sería la cocina, el baño, la terraza…luego tomábamos impulso corriendo y saltábamos desde el primer piso (todavía no tenía paredes) hasta el montón de arena del jardín… y otra vez para arriba, y otra vez a saltar… un auténtico subidón de adrenalina esos 2-3 metros.

La sorpresa vino el lunes. Supongo que sería verano porque recuerdo ver a los albañiles llegar por la mañana al montón ahora bastante más esparcido por el suelo y con los legones excavar para sacar de entre la arena un puñado de clavillas de acero, de esas de color negro con estrías que se usan para los encofrados. Para que no se las robásemos las habían escondido entre la arena. Y vaya, les funcionó, allí seguían.
Recuerdo que ya entonces con 10 u 11 años nos asustamos. Nos miramos y vimos la tremenda hostia que nos podíamos haber dado cayendo sobre uno de esos hierros, de la que nos habíamos escapado. Lo revivo años después y todavía me dan escalofríos de pensarlo. En la vida se me ocurriría ahora saltar hoy a un montón de arena sin haberlo examinado varias veces a conciencia.

Hoy cumplo 49 años (sí, casi ná) y creo que ese montón de arena es una buena metáfora de lo que es “hacerse viejo“.

El cáncer tiene aún muchos misterios por resolver e investigar, sin duda, uno de los más urgentes es erradicar esa puta manía de escribir libros de autoayuda que tienen los enfermos. Antídoto ya!

lunes, 25 de abril de 2016 (Antes de antes de ayer)

Comparto este texto con Vds. (la izquierda magufa y los escépticos de derechas) y así de alguna manera lo hago mio sobre un tema en que en muchas ocasiones he pensado en escribir sin hacerlo.

El texto original está aquí y lo firma Darwin Palermo. Léanlo es muy recomendable:

Conozco a algunas personas convencidas de las bondades de la homeopatía, la eficacia del Reiki y la inutilidad de las vacunas. A unas pocas las considero inteligentes y sensatas y aprecio sus opiniones en terrenos alejados de la tecnociencia. A otras… dejémoslo en que no. En cualquier caso, tengo por norma no discutir nunca sobre las pseudociencias con sus partidarios. La mayor parte de los cambios de opinión en este terreno son el resultado de experiencias personales, no de argumentaciones convincentes. Cuando un tratamiento alternativo convierte una enfermedad generalmente inocua en una patología potencialmente mortal, uno se vuelve más receptivo a los protocolos clínicos y a su fundamentación científica.

Los partidarios de los saberes alternativos sobrestiman el disenso en las ciencias, infravaloran el saber acumulado y sienten una gran aversión a la incertidumbre. No obstante, intento mostrarme respetuoso con las elecciones personales autodestructivas, estén o no basadas en el autoengaño. Lo digo sin mucha ironía. No creo que tengamos ninguna obligación de optar por una vida sana, prolongada, razonable y poco dolorosa. En general, los partidarios de la aromaterapia me resultan menos molestos que los adictos al crack, por no hablar de los aficionados a los coches de gran cilindrada. Que los defensores de las “hipótesis disidentes” del VIH puedan difundir sus doctrinas mientras los traficantes de heroína se pudren en la cárcel saca a la luz un inquietante grado de incoherencia en nuestra legislación. Pero ese es otro asunto.

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martes, 8 de marzo de 2016 (Hace más de 1 mes)

Hemos debatido muchas veces sobre la lucha por la adquisición de derechos y libertades. Hemos organizado charlas, talleres, jornadas de reflexión, manifestaciones y concentraciones reivindicativas; hemos puesto sobre la mesa una realidad que hace daño, que mata, que condena a un sector muy grande de la población a la discriminación económica, laboral, social, emocional; hemos llevado a las instituciones mociones y proyectos de ley. Todo ello, con el objetivo de sensibilizar a la mayoría social de un problema que no cesa: el de la violencia machista, que no es sino la muestra de lo que está fallando en nuestra sociedad, en nuestras aulas, en nuestros hogares. Es algo que forma parte de nuestra cultura; de la nuestra, no de la de otros.

La cultura en la que nacemos nos condiciona a todos y a todas. Pero a unos nos beneficia más que a otras. Esto es una realidad que difícilmente puede ser ninguneada: son hechos estadísticos.

Pero hay personas que lo niegan. Sigue leyendo…

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