En 2006, escribí un apunte titulado “La casta política”, en el que clamaba por la existencia de líderes pedagogos, honestos y con capacidad de comunicar.
En abril del 2011, un apunte titulado “Menuda papeleta”, un mes antes de las elecciones autonómicas del 22 de Mayo, planteaba mi dificultad en encontrar un partido al cual votar.
También en 2011, en diciembre, escribí aquí otro apunte titulado “Después del 20-N”, un mes después de las generales, en el que me preguntaba a cerca de donde podían haber ido a parar 4 millones de votos que había perdido el PSOE.

En esos apuntes, y en otros, reflejé entonces mi visión de los principales problemas a los que nos enfrentábamos las personas que queríamos partidos políticos transparentes, políticos honestos y alternativas diferenciadas, nuevas e ilusionantes, que votar. Entonces no las había. Hoy por fin sí. 5.189.333 personas hemos encontrado un movimiento social hecho partido político que nos represente: Podemos.

Hace unos días, en otro apunte titulado “Pasado mañana”, vaticiné que Podemos no sacaríamos menos de 70 diputados. Hemos sacado 69. Y si me da rabia no haber acertado no es tanto por el error, que cualquier predicción de ese estilo conlleva, sino porque me hubiera encantado que la diputada número 70 hubiera sido María Marín, de Cartagena. Murcia es caso aparte.

María podría haber salido elegida, e incluso el resultado de Podemos hubiera podido ser mayor, de haber llegado a un acuerdo previo con IU/Unión Popular para presentar candidaturas conjuntas. Algunos lo intentamos. De nada vale lamentarse por ello ahora. Pretendo simplemente intentar comprender qué ha sucedido y reflexionar sobre lo que se avecina.

Contábamos con que muchas personas iban a seguir votando a IU, al margen de las posibilidades reales de que su voto sirviera para sumarse al cambio que ya se había producido en nuestra sociedad y que ha quedado ratificado este domingo pasado. Unidad Popular, marca blanca de IU, ha vuelto al resultado obtenido por el primer Llamazares en el 2000: 970.000 votos. Con ser muchos, solo sirve, en virtud de la Ley D’Hont, para darle 2 diputados.

¿Qué ha sucedido en IU en los últimos años? ¿Qué va a suceder con IU a partir de ahora?

El PCE impulsó a finales de los 80 esta organización, buscando recuperar el millón de votos que había perdido en las elecciones generales del 82, y que tuvo su recompensa en las elecciones generales del 89, con Julio Anguita a la cabeza, donde IU obtuvo 2.200.000 votos. En el 96, sumó 2.600.000. Y en el 2000, comienza el declive, perdiendo medio millón de votos, ya con Francisco Frutos de líder de la coalición; que Llamazares logra mantener en el 2004, pero no en el 2008 (970.000 votos). En el 2011, ya en plena crisis, Cayo Lara logra para IU otros 1.700.000 votos. Y en estas últimas, como he dicho, aunque Alberto Garzón obtiene 970.000 votos, pierde con respecto a las anteriores 700.000.

El PCE/IU/Unidad Popular, han tenido oportunidades de convertirse en el motor, o al menos en el combustible, del cambio que preconizan sus documentos internos, su programa. Pero, empeñados más en hacerse con el volante que trabajar por llegar a un destino común, se han quedado, una vez más, fuera de juego. Desde el principio fue así, pero algunos nos empeñamos en presionar en la dirección adecuada infructuosamente. Esta confluencia, que muchos venimos reclamando desde hace tiempo, no ha contado nunca entre los objetivos prioritarios de IU (La lectura del artículo de François Ralle Andreolli se hace imprescindible).

No solo su estrategia, resumida en “sentarse a ver pasar al cadáver de su enemigo”, era errónea, sino que ha convivido con comportamientos y modos de actuar interno que han terminado de aburrir, hastiar y enfadar a muchos de sus simpatizantes y votantes. Les ha faltado, como poco, inteligencia y audacia.

A todas luces IU está en un declive ya imparable, porque ahora hay alternativa real. De aquí a cuatro años solo quedarán dentro algunos románticos y unos cuantos despistados, que seguirán votando unas siglas. El resto, la mayoría, engrosarán las filas de la abstención o se unirán definitivamente al proyecto del que tenían que haber formado parte desde el primer momento, si sus líderes hubieran hecho lo correcto.

Otra forma de entender la política se abrió paso.