Ayer estuvimos piragüeando por la costa de La Muela, llegamos a esta pequeña cala que veis debajo cargados con los equipos de buceo e hice mi bautismo submarino con botellas, un bautizo de andar por casa, todo sea dicho: nos sumergimos Merche con su equipo al completo y yo con mi neopreno de 2 mm tomando aire por su regulador auxiliar. Al estilo de los saltos en paracaídas con monitor. No es que sea un prodigio de la comodidad, pero estuvimos como media hora alrededor de los 5-6 metros.
Es emocionante poder permanecer debajo del agua sin tener que salir a la superficie a respirar. Moverte con todo el cuerpo (no solo con las piernas) y en 3D (izquierda-derecha, delante-detrás, arriba-abajo). Visual y paisajísticamente hablando el fondo marino es impresionante, fotográficamente es un reto por sus condiciones tan peculiares.
El buceo con botellas engancha. Los amigos que lo practican lo hacen con auténtica devoción, le dedican horas y más horas, viajan hasta la otra parte del planeta ( dentro de unos meses se van a islas Galápagos ). Merche bucea en los 4-5 clubes que tenemos alrededor, bucea en clubes de amigos, bucea metiéndose desde playa, bucea desde embarcaciones de amigos, bucea transportando el equipo en piragua y se apunta a los voluntariados de Posidonea y Caballito con tal de seguir buceando. Sí, ciertamente engancha.
Yo lo practicaré más, seguro, pero de ahí a sacarme la licencia y volverme asiduo buzo, hay un trecho que no creo que cruce ni que me moje más allá de alguna inmersión esporádica y a poca profundidad.
Nota: lo que viene a continuación puede desanimar a más de uno a practicar el buceo con botellas.