Ya en frío, tras haber dejado atrás una jornada de huelga más en el cole y una manifestación de 2 horas bajo un precioso y recio sol otoñal recién estrenado, tengo algunas cosas claras.
La primera, que las razones por las que el 90 % de trabajadores y trabajadoras no «holgazanea» cuando lo piden los sindicatos mayoritarios es por el dinero que le sustraen sus jefes.
Debido a que esto es así, los jefes deben articular un discurso que alguien compre para, al menos, intentar salvar la cara (al menos los jefes que dan la cara; los otros ni siquiera necesitan discursos: ya te quitan el sueldo a diario al no pagarte muchas de las horas que echas, cuando menos si faltas un día por huelga. Date por contento con que cobres y te renueven).
Pero, ¿qué discurso articular cuando todo el mundo sabe que la realidad por la que nadie hace huelga es porque no te pagan el día?
Existe una gran variedad de discursos (conozco un jefe que puso en huelga su empresa y no le quitó el sueldo a sus trabajadores porque -literalmente- «cómo les voy a quitar el sueldo, sin con lo que les pago no llegan ya a final de mes»). En esta última huelga se ha impuesto de manera sobrecogedora el discurso (o el blablablá) de Esperanza Aguirre que en líneas generales reza lo siguiente: Sigue leyendo…