
Me hacen gracia los juegos de palabras. El otro día Miguel, mi hijo, me retaba a que adivinara la contraseña para dejarme subir por la escalera. El juego consiste en que yo le digo cualquier barbaridad intentando, infructuosamente, advinar la palabra clave (y a la par ser gracioso). Después de unos cuantos («frustrosos») intentos de rigor le pregunto: ¿me das una pista?; y esta vez me responde: empieza por «la»; y yo intento otra vez adivinar la palabra, normalmente con más tino. Pero esta vez no fue así: lana, no; la cueva de alibaba, no; lápiz, no; lavadora, no; etc, etc; no. Me rindo… y me suelta: «lana». Esa ya le he dicho, no, no la has dicho. Que sí, he dicho lana. Pero no es lana, es Lana, me dice. Pues eso. No. Lana, Laaa-na, mi Cucuna, dice. Y aquí me parto. Sigue leyendo…