Siempre me ha gustado el Wyoming.
Lo primero que supe de su existencia fue a través de unas canciones de su grupo «Paracelso» que, si no recuerdo mal, mi hermano Alberto metió en casa.
Un día, pasados los años, lo vi en la tele, no recuerdo bien si en una película o en un programa, de invitado. Su personaje, sarcástico, mordaz, soberbio, ya estaba modelado y definido. Tengo la impresión de que en treinta años no ha tenido que modificar ni un solo aspecto de su personalidad. El Gran Wyoming tiene vida propia, al margen, seguro, de la de José Miguel Monzón.
Desde que entró en la tele lo he seguido por todos los programas que he podido. Hasta por «La Azotea». Y eso que Sigue leyendo…