jueves, 26 de noviembre de 2009

En las próximas horas (a lo largo de esta noche y mañana probablemente) voy a actualizar este ordenador y con él el servidor web, por lo que este dominio (trebol-a.com) y otros vecinos dejarán de estar accesibles durante un periodo indeterminado, pero que seguro es más largo del deseado.
Nos pasamos a openSuse 11.2 desde 10.3. Desde hace aproximadamente una semana ha quedado, desde la salida de la última versión de openSuse, se han ido cerrando los repositorios de esta versión.

Ya estoy tostando el DVD de la recien estrenada openSuse 11.2. Avisados quedan. Si en las proximas horas no pueden leer esto ó estoy actualizando ó deberían beber menos.

Actualizacion

Listo. Ya está el servidor corriendo sobre un flamante nuevo openSuse 11.2.
En realidad el servidor propiamente apenas se demoró más allá de 40-50 minutos que tardó la actualización. Tenía mis dudas por los cambios que pudiera haber en Apache-MySql y módulos, pero ha funcionado todo a la primera.
El escritorio ya tardaré más, pero por el momento vá todo viento en poca.

martes, 24 de noviembre de 2009

Escribía muy acertadamente Jose A. Pérez ( de Mimesacojea) el otro día en una de sus Risas Enlatadas para Público:

(..)
Hoy la tele es tan mala y tan buena como siempre ha sido. Hoy, igual que ayer, la tele se concibe para eso que los programadores y los productores prepotente y compasivamente llaman “el gusto medio”. Dentro de unas décadas, cuando pensemos en la tele de principios de siglo, nos acordaremos de lo bueno, que lo hay, y obviaremos lo malo. Es ley de vida: cualquier tiempo pasado se recuerda mejor.
(..)

Y como tiene razón, y como me dió por pensar que quizás sería justo hacer también alguna crítica positiva, me van permitir esta especie de acto de reconciliación unilateral y que les recomiende algunos de esos programas que te apaciguan (al menos temporalmente) con la caja tonta, y piensas “bueno, no todo está perdido“.

Estos son los programas que me gusta ver en televisión (seré breve): Sigue leyendo…

martes, 24 de noviembre de 2009
Veinte años insumisosVeinte años insumisos

domingo, 22 de noviembre de 2009

El pasado sábado volamos a Londres con Ryanair y volvimos el miércoles, en uno de esos llamados “vuelos baratos”. Volvimos sí, pero no con Ryanair, si no con Easyjet, y no salió barato. Ryanair nos robó el vuelo de manera descarada y tuvimos que volver a pagar el billete de vuelta.
Llegamos con el tiempo justo al aeropuerto de Stanted, para facturar las maletas y subir al avión. Cuál no fue nuestra sorpresa al constatar que el “Check in” de las maletas estaba cerrado. Pedimos explicaciones y nos remitieron al servicio de atención al cliente donde una inglesa veinteañera nos vaciló de mala manera, diciéndonos tres excusas diferentes para no dejarnos embarcar: 1) que no habíamos llamado por teléfono para confirmar la hora de embarque (nosotros teníamos la hora de embarque en la hoja de embarque impresa y habíamos llegado a tiempo, muy justo, pero a tiempo); 2) la hora de embarque se había cerrado 10 minutos antes de nosotros llegar al mostrador (¡vaya pordiós, que casualidad!) sin que nadie nos avisara; 3) el avión ya se había ido (mentira, podíamos verlo todavía en pantalla, y sabíamos que le quedaba media hora para salir para España). Fue un robo en toda regla. No tuvimos tiempo ni siquiera de reclamar, pues el vuelo que nos quedaba salía en un hora.
Nos quedamos con dos palmos de narices, un mosqueo de cojones, y la firme promesa de no volver a volar con Ryanair en nuestra puñetera vida. Y servidor lo piensa cumplir.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Simpatica entrevista a Eduard Punset en la revista Esquire:

Jamás olvides de dónde vienes. No conozco otro país como España –salvo, quizá, Corea del Sur– que haya pasado tan rápidamente, apenas tres décadas, de ser una economía agraria a una industrial. El famoso “milagro español”. Pienso en mi generación, la que ya tiene más de 70 años, y contemplo admirado el cambio tan gigantesco que hemos experimentado. Cuando yo era chaval, todos llevábamos unas aubarcas [sandalias típicas de la zona mediterránea] hechas de viejos neumáticos de coche; íbamos con ellas por los caminos polvorientos del pueblo, las metías en el río, nunca te las
quitabas… Hoy, somos capaces de volar hasta Nueva York para comprarnos unas camisas en las rebajas de Banana Republic. Esto es fantástico, pero conviene no olvidar de dónde venimos.

Mi padre fue médico rural de la Cataluña profunda. Toda mi infancia la relaciono con ese pequeño universo. Recuerdo perfectamente ir a cazar perdices; hacíamos unos silbidos [Punset se lleva las manos a la boca e imita cómo hacerlo] y luego las perseguíamos hasta agotarlas. Una vez que las capturabas, tenías que domesticarlas y darlas de comer. El chaval que conseguía hacerlo mejor se convertía en el más importante del pueblo. Supongo que era el equivalente de entonces a batir
hoy un gran récord con la PlayStation.

Recuerdo mucho mejor mi niñez que lo que hice el mes pasado. La culpa es de la proteína que asienta en la memoria los recuerdos de largo recorrido; para hacerlo, nos obliga a olvidar otros más recientes.

Los humanos llevamos el humor en los genes. Es una de nuestras emociones básicas y universales. Es curioso, porque la risa está muy relacionada con lo inesperado. Lo que nos hace gracia, casi siempre, viene provocado por una sensación de sorpresa. Es un fenómeno neurológico que está muy poco estudiado y que, sin embargo, resulta fascinante por su carácter efímero (si no lo fuera, ya no sería una sorpresa).

No paro de viajar. Siempre estoy de aquí para allá. Un amigo mío, ya fallecido por desgracia, compañero –o camarada como se decía entonces– de los años del PCE (nunca aceptó muy bien, por cierto, que yo me saliera del Partido) solía decir sobre mí: “Eduard sabe muy bien adónde va y de dónde viene, pero no tiene ni idea de dónde está” [risas].

En 1959 [Punset tenía entonces 23 años], la policía me detuvo por repartir octavillas en favor de un homenaje a un científico catalán republicano. Me tuve que exiliar ocho años. Me hicieron prófugo y me condenaron a ser preso en un navío militar, una cosa de locos. Por fortuna, pude arreglar los papeles y regresé –una vez hecha la mili, claro– a mi país. Sin embargo, me volví a escapar enseguida, no soportaba estar aquí.

Aqui podeis leer la entrevista completa para la revista Esquire. Visto en el blog de Punset.

viernes, 6 de noviembre de 2009

En Enero, el Barrio de San Antón de Cartagena celebra sus fiestas patronales. Lo más característico, además del bautizo de los burros, es el pulpo que sirven los bares en unas barras que sacan a la calle, preparado sobre unas grandes planchas. Es el delicioso “pulpo a la cartagenera”.
Es más que posible probar este pulpo a lo largo del año en diferentes bares de Cartagena, con mejor o peor suerte en su preparación. La receta que os traigo es la auténtica. Me la ha dado el cocinero del Rincón Gallego y no desmerece, en absoluto, la de San Antón.
El pulpo que se vende en Cartagena es un pulpo pequeño, de roqueo. Suele estar entre el kilo y medio y los dos kilos, fresco. Y es con este tamaño con el que hay que elaborarlo. Desconozco si sería posible hacerlo con pulpos más gordos. Supongo que sí, pero no será igual.
Lo primero que hay que tener en cuenta, como ya he dicho, es la plancha. No vale cualquiera. Debe ser de fundición. Jose Carlos -el dueño y cocinero del Rincón Gallego- me informó de que en Valencia venden unas planchas muy buenas, y que en vez de encenderse con butano él las utiliza de propano, que son mejores, pero requieren una licencia especial.
La receta, que era secreta hasta hoy, Sigue leyendo…

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