Les cogería manía a los madrileños, pero como ya les tengo manía a las aglomeraciones, voy a darlos por incluidos en mi particular coleccion de fobias. Desasosiego. Perder las llaves me saca de quicio, que me hagan preguntas recien levantado me agobia, leer ó escuchar a un facha me dá risa, me ilusiona que alguien me intente convencer de la existencia de un super ser supremo, y me desasosiega tener que preparar en Agosto la nochevieja de Diciembre, yo que me pierdo con planes mas allá de dos dias.
El año pasado y bajo amenaza, reservamos una casa cueva en Orce en Agosto. Estaba convencido de que el troglodita dueño de las cueva se partiría el pecho de risa cuando en plena canicula nos oyera pedirle sitio para comer polvorones a seis meses vista, pero no solo no fué así, sino que a poco nos vemos en la calle. El madrileño es un bicho agresivo, colonizador y terriblemente infeccioso. Este año, en prevision de que la infeccion se repita y se extienda hasta Almería me ha tocado a mí preparar las campanadas de fin de año en Ohanes con otros seis meses de adelanto.
Ya hace unos años, llendo en coche por un pueblo de la costa, unos crios nos gritaron al pasar:
– «.. hijoputas!!»
No entendí nada, hasta que me explicaron:
– «Es que llevamos matricula de Barcelona, y esto es territorio de Madrileños»