jueves, 10 de octubre de 2013 (Hace más de 1 mes)

Como buen capataz agrícola hay dos preguntas que desde tiempos inmemoriales me vienen repitiendo. La primera no la diré porqué está feo presumir en público de determinadas capacidades, la segunda suele ser «¿como acabo con una plaga que tengo?«
Normalmente la solicitud suele venir acompañada de una retaila mas ó menos infinita de condiciones que el tratamiento debe cumplir, a saber: «que no sea tóxico, que sea ecológico, que sea sano, que sea barato, que no contamine, que me pueda comer la fruta, que no manche, que sea fácil de encontrar, que yo lo entienda, at infinitum«.

Bien, pues en el siguiente vídeo os muestro una técnica profesional que reune todas estas condiciones en un solo tratamiento:

En un siguiente apunte os enseñaré como combatir las orugas, vamos a necesitar un ladrillo.

«La habitación del pánico» es una cosa de yanquis paranoicos donde se encierran cuando tienen una crisis, en su versión española la llamamos «el zulo del roñica«, es lo mismo pero con caja fuerte.

miércoles, 2 de octubre de 2013 (Hace más de 1 mes)

Me dejan frío «los toros». Hubo un tiempo, en mis años mozos, que me dio por ver corridas en la 2 de TVE. Con ojo científico me empeñé en tratar de entender qué cosa veían los aficionados en las tres suertes del toreo. No llegué a ver más allá de un baile delante de un morlaco que te puede sacar las entrañas. Nada de cultura: Acojone colectivo y desahogo animal primitivo ante la muerte del bicho, aderezado de capotazos y movimientos más del gusto homo que hetero, me da a mi la impresión. Pero igual me equivoco.
Ya entonces los movimientos ecologistas abominaban (abominábamos) del toreo, aunque defendían la dehesa. «Si existen las dehesas -espetaban algunos toreófilos- es gracias a que existe el toro de lidia». Pero eso es tan absurdo como decir que gracias a los atunes tenemos Mediterráneo.
No me gusta el toreo Sigue leyendo…

lunes, 30 de septiembre de 2013 (Hace más de 1 mes)

Parecía una tontería, pero me costó encontrar el modo de averiguar cuanto tiempo lleva el escritorio innactivo, básicamente lo que hacen los salvapantallas para lanzarse.
La instalación standard (hasta donde sé) de openSuse no dispone de ninguna aplicación que directamente indique los segundos ó milisegundos que el escritorio (KDE ó GNOME) llevan sin recibir actividad por el teclado ó el ratón. Hay modos indirectos, a traves del comando WHO (who -a) ó consultado /proc/interrupts (cat /proc/interrupts).
Al final opté por compilar una mini-applicación que encontré naufragando por internet y que hace eso mismo: imprimir el tiempo de inactividad en el escritorio gracias a las librerías de salvapantallas (cambié un par de líneas).

Copia estas líneas a un archivo:#include <X11/extensions/scrnsaver.h>
#include <stdio.h>
main() {
XScreenSaverInfo *info = XScreenSaverAllocInfo();
Display *display = XOpenDisplay(0);
if (display != NULL) {
XScreenSaverQueryInfo(display, DefaultRootWindow(display), info);
printf("%u\n", info->idle); }
}
y guardalo como innactivo.c.
Ahora compilalo haciendo gcc -o innactivo innactivo.c -lXss
Copia el binario a /usr/bin y hazlo ejecutablesudo cp innactivo /usr/bin/innactivo
sudo chmod +x /usr/bin/innactivo

Listo. Ahora en cualquier consola al escribir innactivo se imprimen los milisegundos que lleva el sistema innactivo. En mi caso son siempre 8-9 los milisegundos que transcurren entre que ejecuto la orden y se imprime en pantalla.

Si afirmar que las verduras procedentes de un cultivo convencional fuertemente abonado con nitratos y las de un cultivo orgánico tradicional son nutricionalmente casi idénticas no es negar la utilidad de la industria agroquímica entonces no se qué es.
A saber: los agricultores abonan por capricho.

martes, 24 de septiembre de 2013 (Hace más de 1 mes)

Cuando a finales de este verano estuve paseando por el campo un tarde a la búsqueda de Lirones Caretos lo hice por un campo de algarrobos (Ceratonia siliqua). A mí, como a los lirones, me encanta comer algarrobas y recuerdo especialmente ese día porque descubrí un árbol con unos frutos especialmente dulces y sabrosos, con mucha diferencia muy por encima de la media. Tanto que salí de allí con el convencimiento de que tenía que trasladar ese sabor a algún plato de cocina.
Ayer limpiando algunas garrofas en casa me junté con un buen puñado de semillas.

     
  Semillas de algarrobo  
  Semillas de algarrobo  

Las semillas de algarrobo tienen un particularidad muy curiosa y útil, y es que entre sí son extremadamente homogéneas en peso y tamaño. Casi todas las semillas pesan lo mismo: 0,2 gramos. Si juntas 5 semillas obtienes con bastante precisión el equivalente a un gramo. Tanto es así que tradicionalmente las semillas de algarrobo fueron usadas por los gemólogos como referencia para pesar piedras preciosas. Si juntabas 5 semillas de algarrobo tenías 1 gramo de gemas ó 5 «quilates», nombre con que los árabes llamaban a las semillas de algarrobo, «quirát», que procede del griego keration, algarrobo. Literalmente, las semillas del garrofero valen su peso en oro.

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