martes, 6 de enero de 2009 (Hace 286 dias)

Tan importante como no saltarse el orden de ninguno de los límites a los que nos referimos -1: Miel y Rosas; 2: La Voz Cavernosa; 3: El Chantaje Emocional; 4: Bloqueos y Castigos varios; 5: El cachete Educativo, pasando del primero al quinto y solo cambiando de orden cuando esté justificado, es decir, tras reflexionar-, tan importante como esto, digo, es saber cambiar de un límite a otro cuando vemos que éste está agotado. Si, pongamos por caso, el niño quiere que le compres una chuche, e insiste e insiste, y no atiende a las llamadas de atención cariñosas y a las explicaciones rutinarias (Ej: Ahora no; no es el momento; no puede ser, que se te picarán las muelas, etc) ni a los desvíos de atención (¡mira que perrro más chulo!; ¡vamos a jugar a la pillá!, etc) y el niño/a berrea, no insistamos más, el límite primero ha sido sobrepasado: es el momento de pasar al segundo.
Límite Segundo: La Voz Cavernosa Sigue leyendo…

sábado, 27 de diciembre de 2008

Si el niño/a hace algo mal, se le explica con cariño que eso no puede ser, que está mal y se le pide que arregle la situación o pida perdón, etc. Se trata de hacerles ver amablemente que aunque no está bien lo que han hecho o no era el momento o la situación, y todos estamos de acuerdo en eso, es fácil remediarlo o cambiar la conducta. Para esto es fundamental que el niño/a sepa deshacer el mal realizado, o pedir perdón, o actuar como se le pide. Así pues, las primeras veces habrá que acompañarlo, de la mano si es necesario, y mostrarle cómo hacerlo de la manera más sencilla posible.
Para que el niño aprenda a no sobrepasar este límite son fundamentales grandes dosis de cariño, lo más auténtico posible. En el caso de los profesores de centros educativos Sigue leyendo…

viernes, 26 de diciembre de 2008

El otro día nos juntamos cinco amigos que no nos veíamos desde hacía bastante tiempo: más de quince años sin ver a dos de ellos. A los otros dos los habré visto no más de una docena de veces en el mismo período de tiempo. Nos juntamos a cenar y lo pasamos en grande recordando nuestros años de instituto. Una de las historias que más gracia me hizo tiene como protagonista a la profesora de inglés llamando la atención a un compañero: «mira Javier – ella muy seria y solemne- la paciencia tiene un límite, y tú lo has sobrepasado. No vuelvas a entrar a clase hasta que no vengas acompañado de tu padre y tu madre»… y nosotros añadíamos luego: «y tu hermana, y tu tía, y tu abuelo, y tu vecino y el perro».
Pero es cierto que casi todo tiene un límite en el ámbito educativo. Sigue leyendo…

jueves, 25 de diciembre de 2008

Si todo va como tiene que ir, en verano Mercedes, nuestros dos hijos (Nerea y Miguel) y yo formaremos familia numerosa: Mercedes dará a luz por tercera vez. Tras los primeros días de nerviosismo, una vez confirmadas las sospechas, toca empezar a replantear diferentes aspectos de la vida en familia y plantear algunos nuevos.
Medio en broma medio en serio, le digo a Mercedes que tenemos que hacer un PCC y un PEC -siglas por las que en el argot educativo se conoce al Proyecto Curricular de Centro (lo que podría ser el programa político que un centro educativo quiere realizar) y al Proyecto Educativo de Centro (lo que sería el documento que explica para qué y por qué se quiere realizar éste u otro PCC; sería como el «ideario» del centro). Y es que hay que ponerse de acuerdo en casi todo lo que compete a la educación de las personas. Sobre todo para ahorrar esfuerzos innecesarios, ser más consistente con los principios educativos que pretendemos y evitarles a los críos dolores (físicos, morales, etc) innecesarios.
También tenemos que abordar la compra de un nuevo vehículo (el Clio se queda corto) y la adaptación de la habitación «de la plancha» a dormitorio infantil.
Pero estos asuntos económicos no me interesan tanto por ahora como los otros. El hecho de ponernos seguir poniéndonos de acuerdo, Mercedes y yo, en aspectos de la educación de los críos, que pueden parecer triviales a primera vista pero que no lo son. Muchos educadores (padres y maestros) se las suelen apañar como mejor pueden, sin contar con nadie. Es un error. Ponerse de acuerdo los involucrados en la crianza, en cuantos más aspectos mejor, evita numerosos quebraderos de cabeza futuros. Esto obliga a buscar momentos de diálogo en los que apuntalar decisiones correctas, desprenderse de los errores, idear alternativas, etc. Esto es lo que pretendo plantear aquí a partir de ahora, y espero colaboraciones que nos ayuden a aclarar muchas incógnitas que aún quedan por resolver en el sinuoso y fantástico mundo de la crianza.

jueves, 10 de julio de 2008 (Hace 100 dias)

Yo me las prometía muy felices, viendo como habían marchado las primeras dos lecciones. Pero a la tercera fue la vencida. Y Miguel me pudo.
Desayuno: biberón con cereales y una galleta. Como siempre, lo agarra y se lo toma el solico.
Almuerzo: macedonia de fruta (kiwis, manzanas, sandía, plátano). Perfecto, sin problemas.
Comida: Lenguado rebozado y tomate del jardín. Puuff! Hace la cobra cada vez que le acerco un trocico.
¿No quieres?
– No
– Pues ya te lo comerás…

Y vaya si se lo comió, pero al día siguiente y mezclado con patatas, judías, calabaza y zanahoria hervidas.
Me pasé. Insistí en que se comiera el pescado en un formato que no era el adecuado. Tuve a la criatura 20 horas sin probar bocado. Así que cuando vi que no había nada que hacer, le di un yogur, y luego la papilla mencionada.
Él está más contento que unas castañuelas y no creo que le haya traumatizado, pero me da la impresión de que debo espaciar más las «lecciones», que el verano es muy largo y él aún no tiene dos años.

domingo, 6 de julio de 2008 (Hace 104 dias)

Mi hijo Miguel cumplirá este Julio 21 meses. Ya puede comer de todo y masticar. Por eso mismo el otro día le hice macarrones. A todos los niños les gustan los macarrones, pero Miguel dijo que no. Le insistí y le insistí, y nada.
Hay que tener en cuenta que él lleva todo el año comiendo en la escuela infantil, con su hermana. Pero ahora estamos de vacaciones y yo me ocupo de sus comidas. No son niños, Nerea y él, que den grandes problemas con la comida. Pero Miguel es un poco caprichoso. Y he empezado a cortar por lo sano con sus caprichos (fundamentalmente porque el «capricheo» en un área de la vida se traslada fácilmente a otras), pero con tranquilidad…
– ¿No quieres macarrones?
– No
– Pues nada. Cuando tengas hambre te los comerás.

Algunos llantos a lo largo del día. Cada hora le ofrecía el plato de macarrones (terminé por meterlos en el frigo cuando pasaron 3 horas). Como vió que no le daba otra cosa, no me pedía ni agua: se la bebía él mismo de la mini-piscina que le lleno a diario en el jardín. En un descuido sacó unas habichuelas que usamos como amarracos del mus (dios sabe de dónde las sacó y a qué sabrían) y se las echó a la boca. Lo adverti cuando se sentó en el sofá y vomitó 6 ó 7 habichuelas.
Por la noche le había dicho a Mercedes que nos dispusiéramos a aceptar que el crío se iba a acostar sin comer nada, con un solo biberón de por la mañana en el cuerpo: sin contar algún que otro amarraco. Cuando saqué los macarrones para comérmelos y ver que me miraba le ofrecí… ¡Se terminó el primer plato y le eché otro, que también devoró! Luego pidió tostadas de pan y se comió cuatro. Para terminar se bebió dos vasos de agua.
La siguiente es la lección del lenguado rebozado. Ya os contaré…
* Receta de los macarrones a la Boloñesa: sofreímos cebolla picada, tomate, sal, azúcar y un poco de apio picadico. Le añadimos carne picada (mezcla de vacuno y cerdo, por ej.). A los 10 minutos le añadimos macarrones al punto, y luego queso rayado.

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