Obviamente cuando te dedicas a hacer fotografía y fototrampeo de fauna y parte de esta actividad se basa en abandonar dejar el equipo en el monte con un mecanismo electrónico que hace las fotos por tí, la posibilidad de encontrarte con algún amigo de ajeno se contempla entre las primeras opciones de la lista de peligros.
Comentaba el otro día con un amigo este tema sobre como evitarlo reducirlo y estuve recordando algunos de los robos, intentos y no-intentos que llevo durante estos últimos años. Como os podéis imaginar llevo ya unos cuantos robos, algunos bastante rocambolescos otros incluso divertidos y en general el resultado no es tan negativo como se podría llegar a pensar. También hay buena gente.
Casi a modo de ficha policial os cuento todos los incidentes sufridos en los últimos 7 años de fototrampeo y de los que ya acumulo unos cuantos (aviso: apunte largo). Algunos ya los conocéis, otros son más recientes y graves y no los he contado hasta ahora (sobre todo el último) Que cada uno saque sus conclusiones, pero ya os digo no todo en el monte son bandoleros:

1. Estreno con delincuentes rurales

Equipo: Cámara de fototrampeo estándar.
Año: 2014
Resolución: feliz
Sucesos: Mi primer robo sucedió en La Srra. de La Muela (como todos, claro) de Cartagena. Tenía dos cámaras de fototrampeo en un palmital bastante remoto y en varios años no he visto nunca pasar a nadie, excepto uno de los pastores habituales de la zona.
Llevaba moviéndome por allí un par de meses y en una de las visitas a recoger las fotos me llevé la desagradable sorpresa: una de las cámaras había desaparecido. Me fui a recoger la segunda. Aunque ya estaba seguro de que el pastor era el responsable (todo lleno de excrementos de ganado) las imágenes de la segunda cámara me lo confirmaron, no salía él pero si todos sus perros. Desmonté la segunda cámara y me fuí para su casa (la ventajas de conocer bien una zona es que también conoces bien a sus gentes).
Como un mafioso de tres al cuarto lo estuve esperando en su casa, todavía andaba por el monte. Al llegar lo saludé cordialmente y todo lo amable que pude le pedí que me devolviera la cámara. El negó todo y dijo no saber de qué estaba hablándole. Traté de convencerlo argumentando que prácticamente eramos los únicos que nos movíamos por determinada zona. Sin bajarse del burro seguía negándolo todo.
Entonces se me ocurrió el argumento definitivo: le enseñe la otra cámara y le dije algo como “esta otra cámara no la has visto! se la voy a llevar a la Guardia Civil y que decidan ellos!”.
Obviamente la cara le cambió de tal manera que las pocas dudas que pudiera tener sobre su responsabilidad se esfumaron. Me devolvió la cámara (que había escondido entre las rocas cerca de su casa) y se disculpó como buenamente pudo.
Pude recuperar la cámara en perfecto estado y un montón de grabaciones desde dentro de la mochila del pastor.
A mejorar: Para atar la cámara al tronco del palmito eliminé bastante hojas secas para despejar un poco el tronco. Si bien la cámara estaba razonablemente bien camuflada cometí la torpeza de dejar las hojas en la base del tronco con lo que llamaba mucho la atención desde bastante lejos. Para la próxima lo mejor es recoger los restos de la poda y dispersarlos por el monte.

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