El otro día preguntaba alguien ¿quedará viva alguna encina de todas las que plantamos?.
A los pocos días estuvo Wladi pasando unos días por España (aprovechando que volvía de Estambul, dice) y me dejó esta foto en casa.
La fotografía es de 1986-1987. Por aquella época los padres de Mateo tenían un supermercado lo que nos daba acceso a cientos de tetrabricks de leche que reutilizábamos como contenedores para germinar bellotas (encina y coscoja, principalmente pero también lentiscos, tetraclinix, baladres, algarrobos, etc…).
Recogíamos bellotas de algunos pocos encinares que quedan por los alrededores de Cartagena, sembrábamos en invierno aprovechando el espacio que también nos dejaba la abuela de Mateo en su finca y repoblábamos a cientos al año siguiente.
La verdad es que nos dábamos un tute considerable. Todos estudiantes, sin un duro y sin vehículos con los que recoger y seleccionar miles de bellotas, rellenar cientos de tetrabricks de tierra, plantarlos, regarlos y (sobretodo) acarrearlos de vuelta al monte era un trabajo intenso y que sinembargo repetimos con gusto durante varios años.
Pero bueno, a cambio ahora, cuando veo una encina ó coscoja por aquellas zonas y le calculo una edad de casi 30 años, la miro con paternalismo y le digo: «venga, vamos, que vienen las cabras!!«