Dos rupícolas compartiendo roca y aparentemente tan diferentes. Doradilla, un pequeño helecho (Ceterach officinarum) y una pequeña crasa (Sedum dasyphillum). Ambas relativamente comunes en las laderas rocosas de la sierra cercana al mar.
Es sorprendente las condiciones que llegan a soportar algunas de estas plantas. Piensa que si en esta zona llueve poco, el agua que puede llegar a filtrarse en una grieta de pocos milímetros es ínfima. Y sinembargo ahí las tienes, parece que les vá incluso bien.
Habitan grietas minúsculas, fisuras más bien, donde con los años apenas se ha acumulado un poco de arcilla arrastrada por el viento. Y ahí se encuentra el primer truco: esa grieta rellena de un finísimo polvo arcilloso se ha convertido en un sustrato fuertemente higroscópico, son tremendamente eficaces atrapando y reteniendo humedad ambiental, y ahí se encuentra el segundo truco: la proximidad al mar proporciona un aire relativamente cargado de humedad, sobretodo por la noche, que hace posible que esta fisura cubierta de arcilla se recargue del agua perdida durante el dia.
Bueno esos y algún truco más tienen. Como cubrirse de una fina vellosidad blanca que reduce la transpiración, capacidad para almacenar agua en las hojas (Sedum) o dejarlas secar durante el verano para rebrotar en el otoño (Doradilla, nombre que hace referencia al aspecto que ofrece el helecho al dejar secar las hojas en verano).