Es curioso como son las cosas.
Si el sonido de trompetas que desde aquí se oye ahora, a lo lejos, no estuviese relacionado con la Semana santa, muy probablemente apareceríamos en el libro Guinness de los records como el pueblo con más tontos por metro cuadrado del mundo.
Pero no, resulta que está socialmente justificado en estas fechas, que un adolescente en plena efervescencia hormonal, se pase todo el puto día soplando una trompeta y produciendo una serie de sonidos que solo comparten entre ellos una particularidad: cuando creías que esa estridencia era insuperablemente antipática, llega la siguiente.
Lo que en cualquier otra época del año daría lugar a serias sospechas de experimentos secretos militares de mongolismo inducido a gran escala., hoy es motivo de orgullo y honda satifacción en todas las viviendas de beatos de la periferia.
Y tan contentos. Para estar por ahí en-drograndose, dicen, pues que se vayan donde el Sr. cura a soplarle la trompeta.
Que mundo más triste este de los beatos de extrarradio, en que el mundo se divide en dos opciones: o soplar ó esnifar, o del PP o del PSOE, o moro o cristiano. Permitanme que, en un alarde de Creatividad compartida (CC), les amplie ese horizonte bipolar que tienen ustedes con una tercera opción: metanse la trompeta en el culo y vayanse a tomar el viento.