Hay veces que tienes tanta ansiedad por el hambre que acabas mordiéndote la lengua. A mi me suele pasar, también, cuando tienes muchas cosas que decir: prefieres callarte a empezar y no parar.. Antes no. Antes no me callaba ni una. Recuerdo a mi madre diciéndome con cierta retranca: «esa boquica». Ahora ya casi no me lo dice. Quizá porque no me ve tanto. Bueno, no me ve ni ella ni nadie. Y es que llevo un año hecho un monje benedictino, alejado del mundo. Entre el curro y las oposiciones, se me ha ido el año entero.
Así, como Nerea en la foto (de hace un mes en Cabo de Palos), tengo ya ganas de verme. Mirando al horizonte sin más preocupación que decidir si me baño o si sigo tumbado.
Mientras tanto, aún me queda el último examen. Espero que de verdad sea el último. Ya os contaré. Que esta vez no me voy a poder aguantar. Lo presiento.