Febrero y yo todavía no he sacado a pasear «mi empatía»… No puede ser.
Movilizar a la gente, crear estados de opinión en función de nuestros sentimientos más incontrolados (risa y llanto) creo que no es de las tareas más difíciles de conseguir. Los medios de comunicación masivos utilizan mil técnicas diferentes basadas en la imagen, el sonido y la palabra, con ese objetivo.
A riesgo de volver a parecer paranoico, creo que el recurso constante a las «tonterías» de Bush además de conseguir ridiculizarlo nos lo acercan, haciéndolo parecer un tipo estúpido pero simpático. Siempre he creído que el mayor desprecio es no hacer aprecio.
Es cierto que hay personas que nacen más empáticas que otras. La empatía no se aprende. La simpatía sí. Por eso creo que la empatía original, la auténtica, verbigracia la de los bebés, ni es mala ni buena, en sí misma. Otra cosa es cuando nos venden la moto de que es bueno ser empático, ¡¡en lugar de ser simpático!!. Y por ahí no paso.
Ser simpático sí. Al menos es bueno intentarlo. Ya depende de los demás que nuestra simpatía caiga mejor o peor. Pero ahí ya no podemos entrar. Insisto, la simpatía es una acción consciente, racional, de uno mismo hacia la otra persona, o personas, que nos rodean.
¿La empatía? Bué, vaya usted a saber. Según dicen es esa rara habilidad de ponerse en el lugar de otro, meterse en su piel. Si eso fuera así acabaríamos todos hechos unos endemoniados necesitados de exorcismo.