Ayer me contaba Merche como los vecinos del bloque de sus padres se esmeraban por poner en la calle los vecinos del cuarto piso. ¿su delito? Les gusta la heroina. Ni gritos, ni suciedad, ni escandalos, solo el aspecto de aquel que sus ingresos no alcanzan a pagar sus vicios.
Hace ya tiempo que vallaron la plaza central de la barriada para persuadir a los jovenes que tenían por costumbre sentarse en los bancos a charlar hasta las mil de la noche. Cerraron todos los accesos a la barriada con puertas correderas y la rodearon de avisos de prohibido el paso y propiedad privada. Y ha funcionado. Ahora puedes pasear por la barriada sin cruzarte con nadie. Las vecinas se pasan las horas muertas asomadas a la ventana de la cocina esperando ver pasar a alguien, siquiera uno que lleve la camisa por fuera y la plaza de los bancos ya no la visitan ni los gorriones. Nadie se va a molestar en subir al tercero para pedir las llaves de la puerta. Los perros cagan a su antojo, que ya nadie va a pisar sus excrementos, y las palizas domésticas ocurren en privado y en silencio, que ya ningún ruido tapa lo que ocurre de puertas para adentro.