La mansedumbre de las aves de las islas Galápagos es legendaria, Ch. Darwin dedica ni más ni menos que 2 de los 8 capítulos que escribe acerca del archipiélago en El viaje del Beagle de septiembre de 1835 y titulados «La mansedumbre de los pájaros – El miedo al hombre es un instinto adquirido» a comentar estos comportamientos:

Es este carácter común a todas las especies terrestres, es decir, a los mirlos, pinzones, reyezuelos, papamoscas, palomas y buitres carroñeros. Todos se os acercan lo bastante para poder matarlos a palos y hasta para poder cogerlos, como yo mismo traté de hacerlo, y casi lo logré, con el sombrero. El fusil es un arma poco menos que inútil en estas islas; yo he llegado a empujar a un halcón con el cañón. Un día que estaba sentado en el suelo vino un mirlo a posarse en el vaso de concha de tortuga que tenía yo en la mano y se puso a beber en él; mientras estaba bebiendo levantaba yo el vaso del suelo sin que el animal se estremeciese.

De todo aquello ya apenas queda nada.

     
  Patas azules  
  Patas azules  

Sí,cuando uno llega al aeropuerto de Baltra se lo encuentra lleno de turistas yanquis consumiendo en el bar y pinzones revoloteando por las mesas y viceversa. En Puerto Ayora se posan en la mesas del restaurante y se comen cualquier migaja (los pinzones, digo) antes de que el camarero llegue a pasar su trapo húmedo y en el muelle es fácil ver garzas de lava tratando de pescar algún pececillo a pocos metros de una videocámara que los graba inmisericorde.

     
  Cucuve de galápagos  
  Cucuve de galápagos  

El Cucuve de la fotografía de arriba tuve que esperar que se me bajase de los pies donde se había subido a picarme las cordoneras mientras fotografiaba un galápago. En el mercado de Puerto Ayora si uno se relaja un poco es fácil que algún pelícano, gaviota, fragata o los tres al mismo tiempo le quiten el pescado de las manos.

Y esto es siempre referido a especies sedentarias y nativas de las islas, aves que viven (y han nacido) en Galápagos. Por supuesto las especies alóctonas (como el Garrapatero una especie Urruca llegada del continente) o migradoras (como las el Zarapito) son naturalmente esquivas y recelosas para con los humanos.
Pero donde es más evidente que esta mansedumbre ha desaparecido casi por completo, es al alejarte de los núcleos urbanos.

     
  Papamoscas de Galápagos  
  Papamoscas de Galápagos  

Conforme uno se aleja de las poblaciones y áreas habitadas es cuando empieza a observar un comportamiento más «normal«, más europeizado. Las aves mantienen la distancia con los humanos y huyen de la forma a la que uno está acostumbrado. Es cierto que muchas especies parecen conservar todavía cierto vestigio remoto de esa mansedumbre, el Cucuve que a Darwin se le subía a beber agua en el vaso y que vendría a ser nuestro popular Mirlo, es probablemente el mejor representante de estas especies mansas.
Pero estas situaciones acaban siendo excepcional, en general las diferencias que hay en el comportamiento de las aves que hay entre monte y ciudad, entre las aves ariscas de zonas deshabitadas y la aves mansas de zonas transitadas me lleva que pensar que la confianza que muestran actualmente las aves de Galápagos nada tiene que ver con la que describía Darwin hace 200 años (y más atrás) sino que recuerda más a la confianza interesada que muestran aves de parques y zonas verdes en las que no se les caza desde hace años y donde las aves han aprendido que «un poco de riesgo compensa«.

     
  Gaviota de la lava acechando a los bañistas en la playa  
  Gaviota de la lava acechando a los bañistas en la playa  

Lo que antes era «ausencia de miedo por falta de experiencias negativas» se ido reconvirtiendo en 200 años en un «me compensa aguantar las ganas de huir a cambio de una gorda miga de pan«. En definitiva no creo que se diferencia mucho la mansedumbre actual de las aves de Galápagos de las bandadas de patos y cisnes de cualquier jardín europeo.
Pero bueno, mirémoslo por el lado positivo: son solo 200 años los que necesitamos para volver a ese punto en que las aves no nos teman. Es poco tiempo si tenemos en cuenta que llevan corriendo delante nuestra toda una vida y es infinitamente más divertido y gratificante tener que espantarlas del plato durante la comida que verlas caer muertas de un tiro de escopeta.