Ya en frío, tras haber dejado atrás una jornada de huelga más en el cole y una manifestación de 2 horas bajo un precioso y recio sol otoñal recién estrenado, tengo algunas cosas claras.
La primera, que las razones por las que el 90 % de trabajadores y trabajadoras no «holgazanea» cuando lo piden los sindicatos mayoritarios es por el dinero que le sustraen sus jefes.
Debido a que esto es así, los jefes deben articular un discurso que alguien compre para, al menos, intentar salvar la cara (al menos los jefes que dan la cara; los otros ni siquiera necesitan discursos: ya te quitan el sueldo a diario al no pagarte muchas de las horas que echas, cuando menos si faltas un día por huelga. Date por contento con que cobres y te renueven).
Pero, ¿qué discurso articular cuando todo el mundo sabe que la realidad por la que nadie hace huelga es porque no te pagan el día?
Existe una gran variedad de discursos (conozco un jefe que puso en huelga su empresa y no le quitó el sueldo a sus trabajadores porque -literalmente- «cómo les voy a quitar el sueldo, sin con lo que les pago no llegan ya a final de mes»). En esta última huelga se ha impuesto de manera sobrecogedora el discurso (o el blablablá) de Esperanza Aguirre que en líneas generales reza lo siguiente:
a)

Esta huelga la han montado los sindicatos porque no tenían más remedio, pero están conchabados con el gobierno, que es quien tiene la culpa de todo.

Es posible que haya mucho que criticar a los sindicatos, pero ¡qué casualidad! que la carga de caballería haya aparecido en el momento en que convocaban una huelga general, no antes ni después.
b)

Los sindicatos son malos y sus liberados cobran mucho dinero por nada.

Pero, hoy día, no hay fuerza institucional mayor que los sindicatos que defienda el estado de bienestar (o lo que pudo haber sido). Muchos de los que critican esto no se oponen a que los partidos políticos, la iglesia u otras «oenegés» cobren. El resto olvida el papel fundamental de los sindicatos en defensa del derecho de los trabajadores.
c)

Existe el derecho de huelga pero también el derecho al trabajo; los piquetes son «terroristas» porque no dejan ejercer el derecho al trabajo.

Es posible y probable que más de un esquirol (las cosas por su nombre) se sienta ofendido porque un piquete le toque el hombro y le diga cuatro verdades. Que la policía o el juzgado hagan su trabajo si hace falta. Pero no olvidemos un par de cuestiones:
1) Muchos piquetes son violentos, pero no les faltan razones. Al cabreo de no llegar a fin de mes se le suma la necesidad de una huelga de protesta, como único medio para invertir el sistema actual, sabiendo que muchos compañeros se benefician de tu esfuerzo sin arrimar el hombro, y sin dar la cara. Y cuando los pillas en pleno esquirolaje tienes que aguantar que te suelten el blablablá (a, b, c) aprendido en la COPE. Si es que es pa’ darles… Yo estaría a favor de que, alcanzadas ciertas ventajas, o recuperadas ciertas pérdidas (laborales, sociales…), solo se beneficiaran de ellas los que han tomado parte en su consecución. Los convencidos de que no hacía falta una huelga, que sigan tan bien como estaban. Y todos tan contentos.
2) ¡Qué bonito queda eso de que la huelga es un derecho! Por eso yo firmo por que no nos quiten el sueldo cuando hagamos huelga. Si no, ¡vaya mierda de derecho! Así nos va. Yo, cuando me pongo malo, puedo ir al médico sin que me quiten el sueldo. Pero cuando lo que se me pone malo es el gobierno ¿Qué? ¿No es esto más grave? ¿No podrían los sindicatos reivindicar un día de huelga gratuito al año? ¿No se llevarían los gobiernos más cuidado para intentar que los trabajadores no gastaran ese día? Mejor irían las cosas así. Seguro.
Si además, los sindicatos, después de la consabida manifestación repartieran aperitivos y cerveza, evitarían que muchos manifestantes acudiesen a tomárselas a los únicos bares abiertos: Los bares esquiroles. ¡Que también hay que joderse, por cuatro duros!