La metamorfosis
miércoles, 24 de mayo de 2006Todas las profesiones terminan deformando al que las profesa. Todos somos profesores.
Lo que pasa es que cada maestrillo tiene su librillo. Y yo también.
Una de las anotaciones que hice hace muchos años en el mío dice que la libertad individual y colectiva reside en la capacidad de elegir los problemas a los que nos enfrentamos durante la vida. Y que a cuantos más problemas te enfrentes, voluntariamente, más libre eres.
Otra de las anotaciones al respecto dice que no se trata tanto de intentar resolver los problemas a los que te enfrentas, porque muchos no tienen solución o, peor, tienen tantas soluciones posibles que cuesta trabajo y tiempo elegir la mejor, sino de ser capaz al menos de cambiar de problemas de vez en cuando.
Uno de los mayores problemas a los que me enfrento -aplicándome el cuento anterior, desde hace algunos años- y que aún no he solucionado es el de las deformaciones profesionales (que son algo así como sucesivas o diferentes fases de metamorfosis).
Si cada profesión nos deforma de una manera o de otra, ¿no habremos de elegir con cuidado a qué nos dedicamos la mayor parte del tiempo para que el monstruo que nos provoque sea amable con uno mismo o para que, al menos, no nos acabe devorando?
Esta es una de las razones por las que, tras sucesivas metamorfosis mal llevadas, huí de los trabajos administrativos. La deformación, una de ellas, consiste en una mezcla de amor por el papel y desazón por lo humano que nunca he soportado. En el gremio de alumneros al que ahora pertenezco, empiezo a percibir diferentes tipos y grados de deformación.
Yo he empezado a hacer ejercicio físico buscando, me da la impresión, inconscientemente -bueno, no tanto- no envejecer. Veremos a ver en qué me convierto. Una «compañera» de curro me habla como si yo fuera uno de sus alumnos de 3, 4 o 5 años. Otros se comportan como auténticos chiquillos. A esta realidad nos enfrentamos todos. Nadie puede huir: si uno no elige los problemas a los que se quiere enfrentar (=si no es consciente o no quiere serlo), son ellos los que lo eligen en forma de metamorfosis descontroladas.
Imagino que cada cual tendrá en mente a más de un compañero de curro y verá por donde van los tiros de lo que yo digo…
Mifune
#1/ 25 de May/2006 a 10:51:03
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Pues imagínate yo, que soy músico profesional desde hace más de una década.
Tengo una deformación tal que ni Quasimodo. :P
Miguel
#2/ 25 de May/2006 a 19:48:06
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Pues sin necesitas a un baterista no profesional aquí tienes uno de los buenos. ¿Tienes banda?
Mifune
#3/ 26 de May/2006 a 01:35:03
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Trabajo de compositor, pero lo que son "bandas" sí, tengo dos (pero no las considero trabajo, claro). Sé que sabes que el verbo "tener" aquí es un término del argot y que no es un rollo posesivo de diva :-D
En mi deformación, también entra la parte pedagógica ya que he sido profesor de música (armonía, guitarra, etc) y actualmente doy algunas horas de Sonido a la semana en la Escuela de Cine de mi ciudad invernal. Ahí me doy cuenta de que estoy totalmente deformado cuando trato al alumnado como "público". Incluso suelo abrir los brazos pidiendo aplausos, que no dudan en prodigarme porque tienen todos un gran sentido del humor.
Y es que con la gente deformada como nosotros, no queda más remedio que tener un buen sentido del humor. :-D
Un buen amigo mío, animador de 3D (al que enganché a este blog hace tiempo), suele decir que su deformación le hace salir los viernes del curro "viendo" las mallas de los edificios, del autobús, etc. o, depende de qué esté haciendo, le da por pensar que "Dios" podría corregir la iluminación de este plano o este otro de su camino a casa.
Imagínate la deformación profesional de un forense.
O de un mamporrero.
Dioses :-S
21 de November, 2024 @ 22:34