Este mediodía viendolo en TV no salía de mi asombro. Supongo que la culpa es nuestra, que hemos idealizado la figura de juez muy por encima de la cruda realidad: un juez, queridos, puede llegar a ser tan vulgar como el más chungo de los quinceañeros de la periferia de Madrileña, y sino atentos al «desparpajo» que se gasta la Sr. Jueza Ángela Murillo que juzga (valga a rebuznancia) a Arnaldo Otegui.

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Por supuesto el enfoque de la noticia se dirige en otro sentido, más hacia la huelga de hambre que mantiene Otegi, por lo que deduzco que el periodista no vió nada noticiable en el hecho de que un profesional que es capaz de escribir una sentencia en un genuino estilo del siglo XV, cuando abra la boca parezca un adolescente chateando en el Faesbuk. Da un poco de miedo.