Simpatica entrevista a Eduard Punset en la revista Esquire:
Jamás olvides de dónde vienes. No conozco otro país como España –salvo, quizá, Corea del Sur– que haya pasado tan rápidamente, apenas tres décadas, de ser una economía agraria a una industrial. El famoso “milagro español”. Pienso en mi generación, la que ya tiene más de 70 años, y contemplo admirado el cambio tan gigantesco que hemos experimentado. Cuando yo era chaval, todos llevábamos unas aubarcas [sandalias típicas de la zona mediterránea] hechas de viejos neumáticos de coche; íbamos con ellas por los caminos polvorientos del pueblo, las metías en el río, nunca te las
quitabas… Hoy, somos capaces de volar hasta Nueva York para comprarnos unas camisas en las rebajas de Banana Republic. Esto es fantástico, pero conviene no olvidar de dónde venimos.
Mi padre fue médico rural de la Cataluña profunda. Toda mi infancia la relaciono con ese pequeño universo. Recuerdo perfectamente ir a cazar perdices; hacíamos unos silbidos [Punset se lleva las manos a la boca e imita cómo hacerlo] y luego las perseguíamos hasta agotarlas. Una vez que las capturabas, tenías que domesticarlas y darlas de comer. El chaval que conseguía hacerlo mejor se convertía en el más importante del pueblo. Supongo que era el equivalente de entonces a batir
hoy un gran récord con la PlayStation.
Recuerdo mucho mejor mi niñez que lo que hice el mes pasado. La culpa es de la proteína que asienta en la memoria los recuerdos de largo recorrido; para hacerlo, nos obliga a olvidar otros más recientes.
Los humanos llevamos el humor en los genes. Es una de nuestras emociones básicas y universales. Es curioso, porque la risa está muy relacionada con lo inesperado. Lo que nos hace gracia, casi siempre, viene provocado por una sensación de sorpresa. Es un fenómeno neurológico que está muy poco estudiado y que, sin embargo, resulta fascinante por su carácter efímero (si no lo fuera, ya no sería una sorpresa).
No paro de viajar. Siempre estoy de aquí para allá. Un amigo mío, ya fallecido por desgracia, compañero –o camarada como se decía entonces– de los años del PCE (nunca aceptó muy bien, por cierto, que yo me saliera del Partido) solía decir sobre mí: “Eduard sabe muy bien adónde va y de dónde viene, pero no tiene ni idea de dónde está” [risas].
En 1959 [Punset tenía entonces 23 años], la policía me detuvo por repartir octavillas en favor de un homenaje a un científico catalán republicano. Me tuve que exiliar ocho años. Me hicieron prófugo y me condenaron a ser preso en un navío militar, una cosa de locos. Por fortuna, pude arreglar los papeles y regresé –una vez hecha la mili, claro– a mi país. Sin embargo, me volví a escapar enseguida, no soportaba estar aquí.
Aqui podeis leer la entrevista completa para la revista Esquire. Visto en el blog de Punset.