Parece claro que la Internet está cambiando muchos aspectos del mundo en que vivimos. Uno de ellos, sorprendente, es la manera en que leemos y, por tanto, como pensamos. Este interesantísimo artículo de Nicholas Carr habla de ello.
Desde hace tiempo vengo rumiando una idea que guarda cierta relación con el artículo anterior, que podría resumir en la frase: “Cómo hablamos” o también “cómo evolucionan las palabras”, e incluso también, “cómo el modificar nuestros registros idiomáticos hace que cambiemos el modo de pensar” y, por último, “la importancia del uso de las palabras en sociedad”.
La Semántica es la ciencia que se encarga del estudio del significado de las palabras. Y esto tiene más importancia de la que a mucha gente le puede parecer en principio. Pero ése no es exactamente el tema de hoy, aunque algo tiene que ver. Imaginemos por un momento que fuéramos capaces de hablar utilizando una suerte de acrónimos o palabras clave que resumieran ideas complejas. En realidad el habla humana es algo parecido; una especie de destilado semántico decantado a lo largo de los siglos. No es que hablemos utilizando acrónimos, sino que una sola palabra quiere decir tantas cosas, que muchas veces es necesario aclarar el sentido de la misma, si queremos ser comprendidos. Y esto es así porque, al ser muchas las variables que intervienen en la comunicación, el cambio de uno de los factores, modifica sustancialmente el mensaje. Un chiste recurrente hace mención al factor “contexto situacional”: Imaginemos la frase “hace mucho que no veo a tu madre”, dicha por el marido a la mujer estando sentados a la mesa a la hora de comer. Ahora imaginemos que el marido se la dice a la mujer estando en el zoo, delante de la jaula de los hipopótamos. El contexto es importante. Y hemos mencionado el contexto “situacional”, pero hay otros contextos y otros muchos factores que modifican el significado de lo que decimos. Si a eso añadimos que el lenguaje está en continuo cambio, es fácil colegir lo difícil que resulta muchas veces ponerse de acuerdo dos (o más) personas, cuando debaten sobre un tema que presenta aristas y vericuetos…
El lenguaje binario, del que solo poseo las nociones más básicas, sin embargo, no presenta tantas complejidades. Tanto es así, que hasta una máquina lo puede “entender”. Solo está formado por las “letras”, 1 y 0. Así, es más que difícil confundirse. Pero, claro, al hablarlo surgen los problemas. El lenguaje humano más parecido al binario que yo conozco sería el Esperanto. El día llegará en que los gobiernos del mundo adopten el Esperanto como lengua cooficial. Pero este idioma, con ser el mejor desde el punto de vista de la comunicación, sigue presentando el mismo déficit que otros lenguajes al que yo aludía antes: los diferentes factores que intervienen en la comunicación la dificultan, por mucho que los factores culturales e históricos -entre otros- no intervengan en este caso.
Si pudiera, llevaría a cabo un experimento de comunicación.
La Técnica de las Cinco Palabras (con fundamento en el lenguaje HTML) consistiría en algo así (siempre se puede mejorar):
Establecería dos grupos de personas.
Grupo A: formado por cinco personas del mismo sexo, idioma, edad, tendencia ideológica y estado de ánimo (también muy importante, aunque pasa desapercibido en los debates).
Grupo B: formado por cinco personas del mismo sexo, idioma, edad y estado de ánimo, pero de diferente tendencia ideológica.
Les propondría un tema de debate (por ej. “cómo conseguir más justicia en el mundo”), pero el modo del debate sería el siguiente:
1) Comenzarían el debate por orden, uno tras otro y se mantendría ese orden hasta el final.
2) El debate consistiría en sintetizar al máximo nuestras ideas: tras un periodo de reflexión de no más de 10 minutos, elegirían la palabra clave, solo una, que a su parecer mejor resuma su opinión, su valoración, respecto a lo que se está “debatiendo”, y tendrían que argumentar por escrito el por qué de esa palabra y no otra. Es decir, la reflexión que siempre acompaña nuestras ideas quedaría por escrito, pero solo aportaríamos al debate una palabra por turno, de manera que no se repitiera ninguna palabra.
3) Al finalizar el turno tendríamos cinco palabras diferentes, con un “contexto” detrás (por escrito, para evitar divagaciones innecesarias) lo más rico posible, pero evitando el empacho. Y se leerían los escritos de no más de 50 palabras cada uno para aclarar el sentido de la palabra elegida por cada persona.
4) Ahora solo tendríamos que enfrentar las 5 palabras del primer grupo con las 5 palabras del segundo grupo, para obtener una visión general del debate ideológico en torno al tema propuesto.
5) Podríamos completar el “debate” pidiéndoles que decidieran entre todos el orden de prioridad de cada palabra o permitiendo un número determinado de “rondas”, para aumentar el número de palabras; siempre previo acuerdo.
Esta misma técnica la podríamos emplear nosotros mismos a la hora de clarificar algunas ideas embarulladas y resolver problemas complejos, o también para ayudarnos a recordar líneas de pensamiento, hilos argumentales o reflexiones concretas sobre cualquier tema.
De hecho yo mismo pienso elaborar en cuanto tenga tiempo algunas reflexiones siguiendo esta técnica. Y así puedo contrastar lo útil o lo inútil de la misma.
¿Adónde quería llegar? Pues no lo tengo muy claro, pero intuyo que podríamos ahorrarnos mucho tiempo de debate estéril, y ganar en profundidad, si fuéramos capaces de ponernos de acuerdo en el uso de material “elaborado” desde el punto de vista de la semántica (y también de la sintaxis), y no estar recurriendo siempre a la clarificación y puesta en acuerdo del significado de la materias “primas” de cualquier debate: las palabras (Por ej: se me ocurre uno eterno sobre lo que es “la izquierda” y lo que no lo es). Pero no sé si me explico o estoy alucinando…