Ya he dicho aquí, pero lo repetiré, que los más sano en educación es establecer normas claras y sencillas para que los niños/as las entiendan y las acepten. Pero ¿qué hacer cuando no se respetan? Una vez que se han rebasado todos los límites llegamos al último.
El “cachete”, si queremos que sirva, debe ser administrado con sumo cuidado. No se trata de golpear para hacer daño, en principio. Se trata simplemente de cortar, simbólicamente, una conducta. Si esa conducta es peligrosa, sí estaría justificado -desde mi humilde punto de vista- un buen palo en el culo o golpearle la mano (imaginemos que ha empujado a su hermana por las escaleras).
Muchas veces es más útil un castigo como sentarlo varios minutos en una silla o retirarle un premio o algo que le guste (galletas, un juguete…). En otras ocasiones un bloqueo, como agarrarlo fuertemente o interponerse en su desplazamiento entre él y su objeto de deseo también es suficiente.
Pero debemos tener en cuenta que el componente fisiológico (=relación entre estímulos físico-sensoriales del individuo y sus neuronas) juega un papel fundamental en la formación del individuo.
Imaginemos a un niño que se cayera al suelo y no se hiciera nunca daño. Sin lugar a dudas acabaría tirándose, o cayendo, cada vez desde un sitio más alto.
Imaginemos a otro que golpeara a quienes le rodean y recibiera felicitaciones (o pasividad)… pronto se convertiría en un tirano.
El golpeo es algo natural: a golpear se aprende solo; a acariciar cuesta años de dedicación… Enseñemos también a nuestro críos a acariciar.
Los niños aprenden a correr, y se equilibran, a base de caerse y de hacerse daño. No hay otro modo. Por eso es absurdo gritarle a un niño: ¡no corras que te caes!. Lo que habría que decirle es: ¡cuando te caigas te levantas (y sigues corriendo)! Pero si un niño siempre se cayera al aprender a correr, desistiría de sus intentos. No abusemos pues del cachete.
El cachete educativo debe de servirle al niño como un modo de corregir ciertas conductas negativas puntuales -como cuando se cae al correr (por eso será necesario razonarle el porqué del azote). Si no sirve para eso, es inútil aplicarlo. Por eso habremos de analizar caso por caso, niño por niño, conducta por conducta.