Siempre me ha molestado esa manía que tienen los católicos de ir colocándole cruces al personal, recordándonos lo pecadores que somos. Esto entronca, ya lo sé, con la tradición romana de crucificar de mil maneras diferentes a los delincuentes. Por eso resulta muy curioso que muchos de los que llevan al cuello un crucifijo en memoria de la muerte por crucifixión de su profeta, abominen de los que aún hoy deseamos que una parte de nuestra historia, más reciente que la que ellos adoran, aparezca reflejada en los libros de texto de las escuelas e institutos. ¿Tendremos que colgarnos del cuello una piedra como símbolo del paredón al que llevarón a muchos republicanos tras el golpe de estado del 36? Recomiendo la lectura de esta brevísima entrevista al catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova

El tiempo pasa y el peso de la cruz católica lentamente se desvanece entre la gente. Pero no así dentro de las instituciones del estado español. Y un nuevo género de cruces católicas hacen acto de presencia: esas que tienes que marcar en los formularios. Primero vino la declaración de la renta: o bien marcabas la casilla de la Iglesia, o bien la otra, destinando el 0,7 % de tus impuestos a sostener alguno de ellos. Ahora, al echar la matrícula del cole para mi hija, también tengo que elegir si marcar con una cruz la opción religión católica, o la de estudios alternativos. ¿Cuál será la próxima?
La expresión inglesa “don’t get cross” (= no te enfades), imagino que puede hacer referencia al gesto de enfado con los brazos cruzados. Lo que en un idioma sería síntoma de enfado, en otro quiere decir gandulear (no te quedes de brazos cruzados). Ambas expresiones me valen. No nos enfademos, ni desistamos. Tengamos la certeza de que, más tarde o más temprano, las religiones saldrán de la escuela pública y no tendrán presencia en ningún estado laico. La razón y la historia están de nuestro lado, digámoslo bien claro.