Mata hari

El borrador de la Ley de limitación de servicios sexuales remunerados , de Montserrat Tura, Consejera de Interior del Gobierno catalán, ha generado bastante polémica en torno a la prostitución en general, y a la regulación que pretendía hacer en Cataluña en particular. El gobierno de ZP ha manifestado su rechazo a esa regulación, lo que sin duda supone un claro enfrentamiento ideológico entre el gobierno de ZP y el gobierno catalán, entre otros, y que ha conducido a que todos los partidos políticos aprueben la creación de una comisión parlamentaria que estudie cómo abordar el sexo de pago en España.
En este enfrentamiento, tenemos por un lado instituciones, asociaciones y colectivos que, desde una óptica abolicionista de la prostitución, se han posicionado radicalmente en contra de esa ley -parada en seco por lo que se ve- (Instituto de la Mujer, la red feminista, el Partido Comunista, la UGT, etc…).
Por otro lado están los que apuestan por legalizar la prostitución o regular su ejercicio (CCOO, empresarios catalanes dedicados a la prostitución, y diferentes colectivos y personas) que, directa o indirectamente, reclaman el derecho a que la prostitución sea considerado un trabajo. El Partido Socialista en Cataluña apuesta por la regularización y en Mallorca le pide cuentas a Jaume Matas (y no solo por aquella delegación que llegó al prostíbulo “Rasputín” de Rusia, a cargo de fondos públicos), porque éste pretende legalizar varios tipos de prostitución, pero de mala manera, todo sea dicho.
Las personas que defienden la abolición de la prostitución se oponen a cualquier tipo de legislación. En palabras de Paco Frutos (link al PCE anterior) “(…)lo que conseguiríamos reglamentando esta forma de violencia y marginación es dar por buena la desigualdad existente entre hombres y mujeres,(…)” Pero yo no creo que debamos aceptar que el origen de la prostitución esté en la desigualdad existente entre hombres y mujeres, de ninguna manera. Si Paco Frutos o quien sea imaginan que un mundo sin prostitución sería un mundo mejor tienen todo el derecho a creerlo y a luchar por esa utopía. Me parece bien, porque la comparto además, siempre que no sea a costa de cualquier cosa: el fin no debe justificar los medios. Y de los medios es de lo que estamos hablando. Porque cuando niegan el derecho de unas prostitutas (sean dos, cuatro o cien mil), quienes con la misma libertad que una mujer decide dedicarse a sus labores en casa, deciden ejercer ese trabajo, nadie puede negarles ese derecho. Y es deber del gobierno regularlo. Eso es lo que reclaman los que defienden la regulación. Según CCOO (link anterior) “Garantizar el acceso a derechos y prestaciones básicas a las personas que ejercen la prostitución”. Cuestión esta que vienen reclamando muchas prostitutas desde hace años (entre ellas las encabezadas por el colectivo Hetaira. Cuya página os enlazo y os invito a ojear). Y si quereis profundizar un poco más, Pepín (activista en el movimiento feminista) os informa mejor que yo.
Quiero pensar que este debate sobre la prostitución se extenderá y que, mejor antes que después, a la mayor parte de la gente le parecerá mal que el colectivo de personas prostitutas siga al margen de la ley, en una situación de indefensión muy grande.
Por último, me resulta curioso que los mismos argumentos utilizados para oponerse a la ley del aborto se utilicen para oponerse a la legalización de la prostitución por parte de los sectores más recalcitrantes de la iglesia católica, y sean esgrimidos a su vez por partidos políticos como el PSOE e IU que se reclaman de izquierdas.
Esta es la razón del título de este apunte: Prostitución libre… Porque de igual modo que corresponde a las mujeres decidir la interrupción de su embarazo, corresponde a las prostitutas decidir, en libertad, qué hacen con su cuerpo. Persígase, con la ley en la mano, a quienes las obligan a prostituirse y se lucran de ello.
… Y gratuita: porque son muchas las vidas que está costando el que sigamos tratando a las prostitutas como si de personas de segunda clase se trataran. Evitémosles el pelotón de fusilamiento al que las tenemos sometidas, como si de anónimas Mata-Hari se trataran.