Es muy lamentable que personas votadas (¡no elegidas!) por la gente para representarlas en las instituciones usen ese poder para enriquecerse ellas mismas. Pero igual de lamentable me parece que nos quedemos en ese plano de reflexión sin intentar profundizar un poco. ¿Dónde está realmente el punto débil de nuestro sistema, que permite que estos hechos se produzcan -se siguen produciendo, no nos engañemos- y tarden tanto en salir a la luz, y tan tímidamente?
Sin duda en la clase política.
En las democracias que llaman modernas o desarrolladas, el rol del político se puede resumir en dos aspectos indisolubles: uno, como Javier Ortiz dice al final de una entrevista en el periódico digital vieiros.com, es el de maquinista de la locomotora: puede conducir la locomotora con mayor o menor delicadeza, pero las vías las decide el poder económico. Y el otro papel, que muchas veces se pasa por alto, el de pedagogo. En un ayuntamiento, sin ir más lejos, en donde el alcalde es el primero en saltarse a la torera la legalidad vigente -o en interpretarla a su interés- para lucrarse, todo está perdido. Y no hay que ser muy listo para saber que de esta manera hay muchísimos ayuntamientos funcionando.
Es necesario, sin duda, que la justicia intervenga y sancione ejemplarmente a los que su desfachatez y desvergüenza les ha hecho ponerse en su punto de mira ellos solicos. Porque seamos conscientes de que el problema es que los principios vitales que rigen a la mayoría de nuestros paisanos son, siguen siendo, que el pelotazo es algo bueno, aunque te pillen. Y eso solo se puede empezar a romper con sanciones ejemplares.
Pero también es necesaria, cada vez más, una depuración de la clase política que no puede dejar de lado por más tiempo una reforma en profundidad de los partidos políticos:
1) Financiación transparente.
2) Elección/democracia interna de todos los cargos públicos.
3) Elaboración de listas electorales: abiertas y desbloqueadas.

Ese es el fondo del problema: esa reforma necesaria solo a ellos les compete realizarla… habrá que exigírsela más fuertemente.