Todavia estamos lejos de poder decir que la tecnologia nos libera. No se confunda, no comparto esa filosofia apocalíptica que proclama tiempos en que los hombres son sometidos por los ingenios mecánicos que ha inventado, es solo que estamos inmersos en el baby-boom de la informatizacion, del micro-chip y de la electronica, y como cualquier bebé, nos fascina todo lo que nos rodea.

He tenido acaloradas discusiones con amigos que se negaban a utilizar teléfonos portátiles, porque decían tener la sensación de no poder desconectar, se sentian agobiados con solo la posibilidad de poder ser localizados en cualquier momento o lugar. Como si el hecho de llevar un movil encima implicase algun tipo de obligacion de atender la llamada, siquiera de llevarlo permanentemente ON. Tenemos televisor en casa, pero no andamos viendo la television todo el día por el simple hecho de poder hacerlo, ni nos pasamos 24 horas al dia exprimiendo fruta con nuestro superrobot de cocina, entonces porque se producen llamadas del tipo: “Te he llamado al movil, pero no lo coges, ¿que pasa? ¿estás bien?“.

No es nada nuevo. Ya pasó en su momento, cuando salieron al mercado los radiocasettes portatiles. Enormes cacharros llenos de pilas, que permitían reproducir a la Pantoja y al Miguel Rios en los lugares mas variopintos. Los que saliamos de acampada teniamos entonces que soportar a energumenos en medio de una pinada, a todas horas, en cualquier lugar.

De esto no se libra la informatíca. Uno de los problemas que tienen que solucionar los sistemas operativos, especialmente Linux, es la obligacion que tiene el potencial usuario de entender como funciona un ordenador si aspira a utilizar uno de estos como herramienta de trabajo. Linux cojea de su pata izquierda y lo sabe. Hay que montar el disco duro antes de leer aquel documento que usted escribio hace 2 meses, y si el disco duro tiene una particion FAT32 debe recompilar el Kernel. Se imaginan:

– “me gusta este coche, ¿diesel?”

– “si diesel, aunque si le echa gasolina debe cambiar la junta de las trócolas y vigilar que el cigüeñal vaya a 2000 rpm porque sino los segmentos se agarran y termina quemandose el alternador. Aunque le ponga diesel, si vé usted que el motor de arranque hace un ruido raro, baje a su suegra de atrás y subala por la otra puerta.”

¿se imagina que los pintores tuvieran que saber afeitar un camello para fabricar pinceles?